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Cada quién tiene su modo de matar las pulgas… : Salvemos a mi pueblo

27 de octubre de 2009

Cada quién tiene su modo de matar las pulgas…

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Le llamábamos doña Nemecia. Era originaria de La Laguna, uno de los dos cantones que posee mi pueblo, El Rosario. Pienso que ella andaría sosteniéndose en la vida con 60 años o más, cuando yo tenía aproximadamente 8, al menos así es la imagen que tengo en mi recuerdo. Se vestía de blanco y se cubría la cabeza con un paño también blanco que se amarraba al estilo de la Madre Teresa y a quién, a partir de su figura un poco encorvada, pequeña y bastante flaca, le guardaba cierto parecido.

Al menos dos veces al año venia al pueblo, sola, con el “bastimento ¹” y un par de yardas de tela rustica o “mantas” en su “matate ²”, con el objetivo de trabajar en la elaboración del vestuario a estrenar en las festividades mas próximas. Se alojaba en la casa donde yo vivía junto a mis primos y al mismo tiempo utilizaba la vieja maquina de coser “Singer” con la que, después de un par de días de pedalear, terminaba sus costuras y se marchaba con sus nuevos bártulos.
En la época a la que me refiero, en mi pueblo no había energía eléctrica, en consecuencia tampoco había radio, televisión y mucho menos cine, de tal forma que la presencia de doña Nemecia era motivo de mucha alegría para los miembros menores de la casa, ya que su habilidad mas sobresaliente era la de contar los cuentos tradicionales con una diversidad de variantes, de tal modo que convertía su jornada de trabajo, en una velada muy especial para nosotros.
Mientras cosía, narraba; en su descanso ponía a volar más su imaginación; fumaba con deleite el cigarro que ella misma enrollaba al estilo de los antiguos fumadores con los materiales que le proporcionábamos; ese era el precio de uno o dos cuentos que con tanto estilo y fantasía nos narraba.
Entonces a las princesas, los reyes, príncipes, hadas y otros similares y conexos… ingenuamente los aprendimos a ver como seres especiales, extraordinarios e inmortales; preciosas unas y guapos los otros; vestidos con trajes vaporosos y joyas exuberantes, viviendo en castillos encantados y en un mundo de ensoñación en donde los plebeyos les rinden tributo con alegría… La misma manipulación que hoy tenemos, solo que antes sin una telecorporación, un “bagazo de Hoy”, Cable News Network, fox network y mas. Bueno, pero también tuvimos nuestro Pedro Urdemale, que supongo surgió como el rufián revoltoso, subversivo-terrorista, que con su picardía demostró que las princesas y príncipes también padecen de halitosis, que exudan, que defecan, padecen de gases, que además son corruptos y que hacen el ridículo a cada rato. Amén.

Sin editar: de las “Crónicas del Ultimo Azacuán”.

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¹ Provisión

² Bolsa de fibra de henequén

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