
Y por una semana olvidamos el ajetreo de la ciudad y nos hundimos en el éxtasis que nos provoca el recordar nuestros tiempos idos: cuando aspiramos las flores del coyol; cuando escuchamos las cigarras, chiquirines, la matraca y la banda de San Simón o Carolina; cuando contemplamos las viejas estampas del vía crucis y cuando en silencio participamos en las distintas actividades litúrgicas como las procesiones, vigilias, representaciones, etc...
Al final, el pueblo vuelve a su faena y nosotros a la nuestra, otra vez unidos por un mismo corazón pero separados por las diferentes circunstancias... y allí dejamos todo un sentimiento, un adiós melancólico como el chirriar de las cigarras que bajo aquel cielo azul y sol ardiente, también se despiden hasta el otro año donde probablemente nos volveremos a encontrar.

Muy buen trabajo...
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